domingo, 12 de junio de 2011

Si no se cambia, se irá a peor

Si no se cambia, se irá a peor


Juan Torres López -ATTAC

Me parece que hay algo mucho peor que los resultados que ha obtenido el Partido Socialista en las pasadas elecciones municipales: creer que con ellos se ha tocado fondo electoral.

Como señalé en mi artículo anterior (No es la crisis, es la respuesta que se la ha dado) lo que en mi opinión ha producido ese desastre ha sido la pésima gestión política de la crisis y la explícita rendición del gobierno ante los poderes financieros que le ha llevado a imponer medidas claramente contrarias a los intereses de la mayoría de la sociedad diciéndole, sin embargo, que son las que más le convienen. Por tanto, si se mantiene la actual línea de gobierno, como ya ha anunciado el presidente que hará, lo que debe ocurrir con la mayor probabilidad en las próximas elecciones generales es que se produzca una nueva y más severa derrota de su partido.


Lamentablemente, me parecer que es también casi imposible que esta previsión se trunque por la simple vía de cambiar de candidato.


He tenido la oportunidad de conocer personalmente a Alfredo Pérez Rubalcaba y de trabajar en algún momento con él y, aunque haya sido por muy escaso tiempo y para cuestiones puntuales, pude comprobar que se trata de una personalidad política extraordinaria, de una gran formación y lucidez y de convicciones socialdemócratas y progresistas que me parecen firmes y fuera de toda duda. Discrepo de muchas de las medidas de las que es responsable solidario como miembro del gobierno pero ni siquiera así puedo dejar de pensar que es un candidato de gran altura y que, en una coyuntura adecuada y con apoyo social y de su partido, sería un presidente de gobierno capaz de poner en marcha medidas más cercanas al ideario socialista que las que ahora viene adoptando el ejecutivo del que forma parte.


Pero me temo que no basta con cambiar de jinete, si se me permite la expresión, para que el partido socialista pueda revertir la deriva en la que se encuentra.


En primer lugar, no creo que pueda resultar creíble a la sociedad que un vicepresidente de un gobierno que está echando por tierra derechos sociales que costó decenios alcanzar y que no deja de mostrarse como un servil empleado de los poderes financieros y obediente trasmisor de las imposiciones neoliberales de la Comisión Europea, pueda representar una alternativa que frene la desafección que ese comportamiento gubernamental produce. Cuesta mucho creer a quien se presenta al mismo tiempo como uno mismo y su contrario...

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