El Estado ha devenido en el brazo armado de los mercados,
verdaderos responsables políticos de la acción gubernamental. Vuéleme usted
este quirófano, le dicen al Gobierno, vuéleme esta residencia de ancianos, este
hospital, esta infraestructura. Póngame usted una bomba en la universidad, en
este centro de investigación, en aquel instituto de enseñanza media y en este
conjunto de guarderías públicas. Arranquen los tubos de la diálisis a este
enfermo del riñón y déjenlo morir, supriman el tratamiento a aquel enfermo de
sida y abandónenlo a su suerte, anulen o modifiquen las leyes relacionadas al
dorso, que limitan nuestras actividades. No olviden amnistiar periódicamente a
nuestros delincuentes económicos y dótennos de cuantos subterfugios legales
sean precisos para pagar menos impuestos que nuestros mayordomos. Pueden seguir
montando sus festejos electorales a condición de no olvidar quién manda.
Fíjense en Zapatero, cuya voluntad doblegamos en una sola noche. Entró en el
zulo como un hombre de izquierdas y unas horas después estaba modificando la
Constitución y congelando el sueldo de los pensionistas, como le habíamos
pedido. En cuanto a Rajoy, pobre, creía que por pertenecer a la derecha liberal
iba a recibir un trato privilegiado, y lo primero que hicimos fue hundirle la
Bolsa y subirle la prima de riesgo, para que aprendiera. En cuatro meses le
hemos obligado a limpiarse públicamente el culo con su programa electoral y
acaba de comenzar el proceso de nacionalización de las pérdidas sin abandonar
por eso el de la privatización de las ganancias (la socialización del
sufrimiento, que decía ETA). El lunes pasado lo mandamos a la radio para que se
confesara dispuesto a incumplir cuanto había prometido o pudiera prometer en el
futuro. Y todo ello sin necesidad de ponernos en huelga de hambre, como de
Juana Chaos
No hay comentarios:
Publicar un comentario